26 de agosto de 2011

TÍTULOS DE CRÉDITO. sec. 1


     

     La cinemateca abre sus puertas. Cualquiera que lo desee entrar está invitado a entrar, menos los vampiros. Su función es buscar la forma y la coherencia de lo que no lo tiene. O mejor, de lo que no la ha encontrado. El cerebro de la cinemateca es como los cables de unos cascos de música, necesita tiempo y paciencia para deshacer el embrollo; y a veces, en el intento, se lían aún más y hay que volver sobre los pasos ya dados. Puede incluso que se dé cuenta, ya con los cascos en los oídos, que ha perdido mucho tiempo y ha llegado ya a su parada, y la música se queda con las ganas de sonar. La cinemateca pide perdón de antemano si la música se queda demasiadas veces sin sonar.

     Este es un espacio para la opinión, si acaso sin opinión. Un bahúl de ideas, aunque salgan sobre la marcha. Una hoja de sugerencias de un ignorante, sin nada que sugerir. La cinemateca es un
lavabo sobre el que escupir la pasta de dientes transformada en espuma, un espejo en el que ver reflejada su primera imagen de la mañana, soñolienta, perdida y legañosa. Este es el sitio en el que tiene que pintar su cara y parecer  alguien que pueda salir a pasear con el resto de la raza humana.

     Todo ésto va a tratar, sobra decirlo, de cine y de películas. Pero en la cinemateca entran muchos clientes - los precios son económicos - y todos se dejan algo olvidado. Y aquí ni se tira ni se devuelve nada, Santa Rita. Todos nuestros dependientes esperan que ustedes se lo pasen bien, esperamos ofrecerles el mejor de los servicios. Si necesitan cualquier cosa, pasen por información. Para pagar, agarren lo que les guste y salgan pitando, como Renton. Elijan un televisor grande que te cagas.

Bienvenidos















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